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Desafíos de la educación científica

André Lázaro, director de Políticas públicas de la Fundación Santillana

La pandemia del covid-19 puso en evidencia la importancia de la investigación y la ciencia, de la cual vino la respuesta para combatir un virus desconocido y devastador. Por medio de investigaciones y una gran innovación técnica, fue posible desarrollar vacunas en tiempo récord y orientar a las comunidades para enfrentar las amenazas.

Una vez pasados los momentos de mayor gravedad, nos queda la esperanza de que uno de los legados de la pandemia sea el fortalecimiento de la educación o alfabetización científica, que se refiere a la capacidad de que las personas se relacionen con la ciencia como ciudadanos reflexivos, explicando fenómenos con argumentos científicos como la evolución humana e interpretando datos y evidencias como, por ejemplo, el formato esférico del planeta.

Si en este episodio dramático que fue la pandemia la ciencia ganó fuerza y reconocimiento, existe también el surgimiento del negacionismo científico. Gobiernos, instituciones e inclusive profesionales se sumaron en una increíble cruzada para negar las vacunas, despreciar los riesgos de la contaminación e incentivar actitudes que, en la práctica, agravaron la diseminación de la enfermedad provocando un aumento en los óbitos.

La campaña contra la vacuna ganó adeptos y tiene graves consecuencias para la salud de toda la población. De acuerdo con datos de 2021 de la Agencia del Senado de Brasil, hay una expresiva reducción de la cobertura de la vacunación infantil contra la poliomielitis. En 2018 esa vacunación había alcanzado al 90 % de los niños, pero en 2021 esa proporción cayó al 69 %.

La formación de una cultura científica en la sociedad es necesaria pues, además de los impactos evidentes en la salud y el bienestar de la población, una sociedad informada apoya inversiones en investigaciones y valoriza la dedicación de los profesionales. La educación tiene un papel fundamental en la alfabetización científica.

Brasil ha participado en evaluaciones internacionales sobre el aprendizaje de Ciencias. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) realiza cada tres años el examen PISA, en el que participan 78 países, inclusive Brasil y otros  países latinoamericanos. Los resultados de esta prueba en el dominio de Ciencias en 2018 traen un alerta para la educación brasilera. En una escala de 1 a 7 niveles, en la cual 6 es el mayor y 1b, el menor, alcanzar el nivel 2 es particularmente relevante, pues indica que los jóvenes están aptos para participar de forma plena en la vida social, económica y cívica de la sociedad contemporánea. Entre los estudiantes brasileros que participaron de esta evaluación, el 55 % se situó por debajo del nivel 2, mientras que el promedio de la OCDE es del 79 % en ese nivel o por arriba.

Los desafíos son muchos: formación de profesores en las disciplinas del área, infraestructura laboratorial en las escuelas y un ambiente académico en el que la investigación científica sea estimulada por medio de políticas públicas. La realidad brasilera tiene números muy bajos en tres factores. En los primeros años de la Enseñanza Fundamental, solamente el 77 % de los profesores de Ciencias tienen una formación adecuada, según datos del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas Anísio Teixeira (INEP). En los años finales de ese ciclo ese porcentaje cae al 66 %, demostrando un déficit evidente.

En cuanto al aspecto de la infraestructura escolar, los resultados son muy desiguales, tanto entre los sectores público como privados, en cualquiera de los estados del país. Considerando datos de 2018, el 44 % de las escuelas de Enseñanza Media cuentan con laboratorio de Ciencias, valor medio entre los datos extremos de un 21 % en el estado de Amapá y un 82 % en el Distrito Federal de Brasilia. Si consideramos apenas a las escuelas públicas, la media cae al 39 %, con la menor proporción en Amapá, que tiene un 12 %, y la mayor en el estado de Paraná, con el 78 %.

Para agravar esta situación, el país viene disminuyendo los recursos aplicados a la ciencia. Agencias de fomento como las agencias del gobierno denominadas Coordinación de la Formación del Personal de nivel Superior (CAPES) y el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) tuvieron que reducir el número de becas de estudio ofrecidas para cursar maestría, doctorado y posdoctorado, debido a los cortes sufridos en la inversión pública.

Para el doctor en Educación y profesor visitante de la Universidad Federal de ABC, Tárcio Minto Fabrício, Brasil va a precisar de dos a tres décadas para retomar los niveles en que se encontraba la ciencia cinco años atrás. Así es que hoy en día los investigadores buscan en el exterior las oportunidades que les son negadas en nuestro país.

Para finalizar, queda un dato asustador: en 2012 Brasil invertía 11 500 millones de reales en el área de Ciencia y Tecnología. En 2021, diez años después, la inversión se ha reducido a 1800 millones, de acuerdo con el reportaje del periódico de la Universidad de São Paulo del 11 de junio de 2021, cuyo título dice: “Datos muestran que la ciencia brasilera es resistente, pero está en el límite”.

Ve la conversación con el profesor Tárcio Minto Fabrício en la transmisión en vivo “Educação científica”: https://www.youtube.com/watch?v=VR4WQXOPZbg

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