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El papel de los directores para seguir los nuevos rumbos de la escuela después de la pandemia del covid-19

André Lázaro y Tereza Perez

La pandemia exigió de los más de 162 000 directores de escuelas de Brasil que gerenciasen una serie de desafíos durante el período de clases remotas para mantener al equipo unido y los vínculos con sus alumnos. Al retornar a la enseñanza presencial, los desafíos permanecen: acoger a todos después de haberse profundizado la desigualdad en las condiciones de aprendizaje, adecuar la planificación y reconstruir las relaciones debilitadas por el aislamiento social.

La importancia de los profesores en materia de calidad de enseñanza es un consenso en Brasil hace tiempo. Sin embargo, la falta de una formación específica para el cargo de director indica que subestimamos la real dimensión del papel de este profesional para mejorar los rumbos de la educación brasilera. A pesar de que el 89,5 % tienen formación superior, apenas el 10% del total tienen un curso de formación continua en gestión escolar, según datos del Censo Escolar de 2021.

La dirección de la escuela es responsable de implantar un clima que favorezca el aprendizaje, optimizar el desarrollo profesional del equipo y generar condiciones para que los alumnos participen de la vida escolar y aprendan. Asimismo, cabe a ella garantizar que los materiales y la alimentación escolar sean adecuados a las necesidades de los alumnos y cuidar de la relación de la escuela con las familias y la comunidad. El papel de la dirección escolar va, por lo tanto, mucho más allá de mantener las cuestiones pedagógicas y administrativas al día.

El director es la cabeza de los cambios que deben marcar a la escuela en estos momentos en que se presentan grandes desafíos después del auge de la pandemia de covid-19. La educación precisa tanto invertir en fortalecer y profundizar los aprendizajes como viabilizar la integración con las tecnologías, promover la innovación hacia estructuras menos rígidas y más fluidas, con configuraciones más diversas de los grupos, los espacios, los lenguajes.

Los directores no son más la figura representada por un personaje hundido en el medio de papeles, aislado en un despacho con la puerta cerrada, temido por los alumnos. Por el contrario, circulan, articulan, conocen a la comunidad, lideran, apoyan y siguen el trabajo del equipo. La escuela es, en definitiva, un espacio de aprendizaje, convivencia social y participación, un lugar de oportunidades y garantía a los derechos, de inclusión y de reconocimiento del potencial de los estudiantes en su diversidad. Y precisa ser un espacio que reconoce y viabiliza los derechos de cada uno.

La dirección de la escuela precisa actuar en función de la equidad. ¿Será que chicos y chicas tienen las mismas oportunidades educativas y se sienten tratados con el mismo respeto? Los estudiantes con vulnerabilidad económica y social, ¿tienen las mismas oportunidades de aprendizaje? Los alumnos blancos y negros, ¿son evaluados por los mismos criterios académicos y comportamentales? En la obra Direção para os novos espaços e tempos da escola (editada por la Fundación Santillana y la casa editorial Moderna en asociación con la Comunidad Educativa CEDAC), nos dedicamos a estas y otras cuestiones complejas que exigen que el director se profundice en realizar una gestión afirmativa buscando lo particular y superando la perspectiva que considera a los alumnos como un montón de niños, adolescentes y jóvenes sin identidad, diferencias ni necesidades diferentes.

A partir del liderazgo del gestor, los distintos tiempos y espacios disponibles en la escuela pueden estar al servicio del aprendizaje y la convivencia de forma tal que se valoricen las diferentes actividades artísticas, culturales y deportivas, y se ofrezca acceso a equipamientos digitales y tecnológicos y condiciones para la formación del equipe escolar y de los alumnos.

Es a través de la figura del director que la política pública puede llegar a la escuela en forma cualificada, legitimando la propuesta educativa de la red de enseñanza y respetando a los estudiantes y la comunidad que los rodea.

De ahí proviene la necesidad de invertir en la formación de un profesional que pueda conducir la planificación de las acciones, compartiéndolas con el equipo y buscando la excelencia en el aprendizaje y la calidad en la convivencia profesional para que todo niño, adolescente, joven o adulto sienta que pertenece a ese espacio. La tónica debe estar en la participación, el aprendizaje, la colaboración y el respeto. Debe haber menos búsqueda por control que  fomento del respeto y la armonía, menos miedo y más empeño en hacer los cambios necesarios con el objetivo de siempre mejorar la calidad de la enseñanza y la convivencia. En definitiva, valorizando la escuela se trabaja en pos de una sociedad justa, sostenible, inclusiva y digna para todas las personas.

El profesor José Ernesto Bologna, miembro del Consejo de mentores del Instituto del Futuro (Universidad de São Paulo, Universidad Estadual de Campinas y Pontificia Universidad Católica), compara al director de escuela con un maestro. En un momento en que la escuela actúa para  recomponerse de los problemas causados por la pandemia y busca actualizar su forma de funcionar, precisamos apoyar a estos profesionales y darles condiciones para que puedan dirigir bien la orquesta de la educación brasilera.

André Lázaro es director de la Fundación Santillana. Tereza Perez es directora presidente de la Comunidad Educativa CEDAC y una de las organizadoras del libro Direção para os novos espaços e tempos da escola (editado por la Fundación Santillana y la casa editorial Moderna en asociación con la Comunidad Educativa CEDAC), que puedes descargar gratuitamente.

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